domingo, 17 de abril de 2011

Llegando que es gerundio

Después de una semana esperando, ya que perdí el primer vuelo a Bergen, Noruega. Y después de conocer esa ciudad tan hermosa que es Murcia y a esa gente tan maja y amigable que son los murcianos aterricé en el país de los fiordos.

No hace falta decir que estaba de resaca, me había prometido no salir la noche de antes de mi viaje a Noruega ¿pero quien no quiere darse un último homenaje antes de que la copa de cerveza le cueste 8 euros?

En el avión había reservado un asiento que estaba justo a un asiento vacío cerca del otro pasajero, pero en cuestión de minutos mi intimidad se vió mermada por un tipo que preguntó si el sitio era de alguien, y se apalancó ahí. El hombre tenías ganas de hablar y adivinad a quien le dió conversación. El susodicho personaje intentaba disimular que iba bebido con un caramelo mentolado que chupaba sin parar y un uso exajerado de desodorante. No era el único que apestaba, yo olía a pollo porque también estube bebiendo y de fiesta la noche anterior. Por lo menos él intentaba disimularlo.


Tras 3 horas y media de conversación con el tipo (que me ofreció una coca-cola y a llevarme en coche a mi destino) y unas cabezaditas mas tarde...Había llegado.


El primer obstáculo en mi nueva vida noruega es cortesía de la chica de la tienda del aeropuerto. Pregunto por una targeta sim para mi móvil me la entrega y tengo que registrarme (a todo esto el servicio es en Noruego pero he liado a la del mostrador de información para que me haga el favor de traducirme) Así me me paso como una media hora, llendo de un mostrador a otro, con las maletas para arriba y para abajo, sudando como una cerda dentro de mi chubasquero rosa del Decatlon comprado para la ocasión... (si, habéis leído bien, rosa)


Finalmente consigo entender que la chica del kiosko me ha vendido una targeta “poco recomendable” para estranjeros ya que tienes que registrarte con un número de la seguridad social noruego que yo, obviamente no poseo. Seguramente mi perfecto acento inglés la ha confundido... ¬¬

Afortunadamente había otro empleado en el kiosko que se ofreció muy amablemente a cambiarme la trageta y para mi suerte era bastante mono. Así que os pusimos a hablar y agregé su número de móvil a mi nueva lista de amigos de Noruega que estoy por empezar. Dimitri, que así se llamaba el chico y que por cierto es ruso, además me escribió el nombre de un pub Irlandés en el que quizá necesiten a alguien para trabajar.


Y con el tiempo que gasté haciendo ejercicio de un mostrador a otro me dió para darle esquinazo al pesado del asiento de al lado. El balance de la llegada es bueno.


Finalmente salí del aeropuerto y tube el primer contacto con el exterior. El aire fresco y limpio daba fe de que ya no estaba en España. Las casas puntiagudas, coloridas y espaciosas se sucedían a lo largo de la carretera como los árboles y los prados. Parecía que Heidi iba a salir de un momento a otro a corretear por ahí. Eso si, lloviznaba todo el tiempo y hacía una niebla al más puro estilo Jack el destripador en Whitechapel.

Mi host (el chico que vino a recojerme) y para esto debo remitiros a la página “Couchsurfing.org” se llama Mads, es noruego y tiene la casa a unos 10 minutos en autobús desde el centro de Bergen. Por lo poco que he podido comprobar hasta ahora es un chico bastante tímido al que no le importa enseñar (por algo es profesor) y para mi me viene estupendamente porque enseña inglés. Le gusta hablar también, cosa que se agradece y también le noto un cierto aire excéntrico. Como todos los hosts es muy buena gente me abre las puertas de su casa sin conocerme de nada.


Tomo la ansiada ducha y mi nuevo anfitrión me ofrece un plato de sopa que ha preparado él mismo. Yo, con más hambre que el perro de un ciego, repito. Seguimos conversando y empiezo con la escritura. Estoy agotada.

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